El fin de semana que decidí agarrar de nuevo la cámara.
- Querida Pimienta
- Nov 22, 2016
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No hay necesidad de recordar la trágica muerte de mi vieja compañera, la cual perdió la tapa del lente en un tren arribando a Berlin; sufrió un par de goles y en un viaje a Playa del Carmen fue víctima de una crisis de humedad después de una noche de lluvia monitoreando tortugas. Dicha crisis lleno su pantalla de rayas verticales que después de varios meses desaparecieron milagrosamente. También me acompaño a un par de polvorosos viajes a la Montaña Alta de Guerrero y se dedicó a guardar sonrisas color canela en su memoria.
Sus últimos días fueron felices y murió captando la imagen del reflejo de su dueña (yo) en un estanque en Cadereyta. Realmente no sabemos que fue lo que pasó. El último ruido que emitió fue el de un foco fundido y así murió.
Después de todo si fue necesario recordar su muerte.
Esta nueva compañera no será para siempre. Es el préstamo temporal de un amor que se negó más de un año a otorgarlo. La adquirió en un arranque de deseo y ganas de aprender. Eventualmente la abandonó en un rincón de su polvoroso hogar hasta que decidió darle mejor calidad de vida y por fin ponerla en mis manos.
Pasó un par de semanas sobre el tocador, entre el desorden de la ropa, la computadora y el reflejo de la recamara en el espejo. Hasta que decidí agarrarla. Me sentí un poco temerosa.
Hacía mucho no salía a tomar fotografías y temía hacer el ridículo (conmigo) en mi primera toma. Superado ese miedo resulta que no había perdido tanto la práctica y después de varios años sin movimiento, mis dedos se deslizaron con facilidad sobre ella.
Así que decidida a captar con mi lente todo lo que atravesara mi camino, emprendí rumbo a Bernal junto con el ya mencionado amor y de 125 capturas, las que publico aquí son mis favoritas (o las que mejor quedaron).






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